domingo, 7 de marzo de 2010

Sunday, bloody sunday

¿Y quién dijo que no hay domingos atípicos? ¿O acaso todos tienen que empezar desde medio día (it depends on what time you got home last night) y dejarse arrastrar hasta la noche haciendo los biensabidos viajes del sofá a la cama y de la cama al sofá, mientras escuchas las gotas estrellarse contra el cristal? No, no, basta ya de generalizaciones. Ni todos los hombres son iguales, ni todos los domingos tampoco.

Hoy ha sido uno de esos que deciden salirse de la norma, empezando porque deciden nacer pronto. A eso de las 10 de la mañana. (Quizá haga algo así como 5 meses que no veo Edimburgo un domingo a esas horas tan tempranas, pero ya veis. Soy una rebelde.) Y todo por hacer caso a una buena amiga mía, que lleva dándome la paliza con el "Breakfast club" una cosa de 3 meses. Ca-da-do-min-go. Y claro, una ya, entre cansancio y ganas de satisfacerla con tu presencia, pues va.
*Aclaración, Breakfast club: dícese de un grupo de gente que tiene por costumbre reunirse cada domingo en un lugar diferente de Edinbra para desayunar. Su origen es un misterio: la gente se conoce una vez en el sitio, es decir, que no se trata de amigos de siempre, es un grupo completamente abierto. Y yo me pregunto... ¿El que lo creó, lo creó sólo? ¿Y luego conoció a la gente allí? Porque he de aclarar que no hay ninguno que comparta trabajo, piso o lazos familiares, ósease, que no tienen nada en común salvo el breakfast club. ¿Qué fue primero, el huevo o la gallina? Pues esto es lo mismo.

El caso es que allí que me he dirigido, y es en estas ocasiones cuando valoras lo que tienes EN CASA. Dos trozos de pan con un poco de revuelto, un té que no llenaba ni medio vaso y un zumo de naranja raquítico, acompañado con una conversación inerte... todo ello por el módico precio de 9 libras. Y digo yo, lo bien que estaba yo en casa. Con mi nesquik, mi leche, todas las tostadas que se me antojaran y un zumo en un tazonaco que te mueres.

Me ha costado recuperarme de la taquicardia al ver la cuenta (a todo esto, cabe mencionar que este finde no he salido por la noche por AHORRAR), pero cuando lo he hecho que me he ido a darme una sesión de window shopping, que bien me lo merecía. He caido rendida cual Carrie Bradshaw ante unos stunning shoes, lo cual no es ninguna novedad en mí, sino fuera porque
1-. Me ha hecho tomar más conciencia de la situación paupérrima que siempre me acompaña.
2-. He maldecido todo lo maldecible por malgastar 9 librazas en el breakfast y no EN ESO.

Así que después de darle un buen paseo por tooodo Princes St disfrutando de un espléndido e inusual sunny day in Edinbra, me he dirigido al Brass Monkey con más ganas que nunca. El Brass es un bar cualquiera de una calle cualquiera (eso sí, céntrica en la Royal Mile), pero que en la salita de atrás esconde un cine casero donde proyectan pelis todos los días, y gratis. Lo mejor es la acomodación: una sala entera repleeeta de sofás, ¡pero no sofás diferentes! para explicarlo con pinceladas, es como si la sala entera estuviese ocupada por un sofá enorme. Y allí nos amontonamos un bunch de people: tumbados, sentados, como si estuvieras en casa de un amigo. Eso sí, con mini-mesas encima de los sofás adaptadas al movimiento para tomarte tu café, sandwich, pinta, lo que quieras menos palomitas
La última vez que fui me encantó, pero resulta que este bloody sunday se les ha ocurrido proyectar una película con un inglés que se asemejaba más al africano de las tribus minoritarias, porque nadie ha entendido una sola frase. La gente se dormía, pero yo terca de mí me he empeñado en entender ALGO durante las 2 horas de peli.

Con más desilusión que otra cosa, me he levantado del sofá al terminar y me he venido directa a casa, pensando que mañana será otro día. ¡Pero qué va! Aún me queda lo mejor del domingo: LIMPIAR LOS BAÑOS. Por dios, ¡¡que los domingos vuelvan a ser como han sido siempre, grises, vagos y caseros, por Decreto Ley!!

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